martes, 8 de febrero de 2011

Esta mañana

Caminaba a paso ligero, como siempre, cuando salí de aquel lugar. Me quedé mirándole, llena de curiosidad. Fueron unos segundos los que me llevaron observarle, pero, fueron suficientes para que sus rápidos pasos le llevaran bastante lejos de lo que yo podría alcanzar. Tenía algunas canas de más, y por lo que me había dado tiempo a ver, en su mirada se habían archivado los años que separaban ese momento con la última vez que vi a aquel hombre.
Le fui siguiendo, pero sin más. Tampoco es que me interesase demasiado. De cuando en cuando le perdía de vista y volvía a aparecer. Mientras tanto, yo iba trazando en mi mente su trayectoria, adelantándome a sus pasos, pues, a pesar de los años, seguía entrando y saliendo de los mismos sitios.
Siguió así durante unos minutos, hasta que por fin pensé, aquí le pierdo definitivamente. Se acercaba al café donde solía pasar a tomarse algo al mediodía. Pero, para mi sorpresa, pasó de largo, ni miró por los ventanales a ver si veía a alguien conocido. Entonces supuse que había entrado alguien más en su gran lista de “personas a las que no pienso dirigirles la palabra”. Eso era lo más probable.
Estuvo caminando delante de mi durante otros cinco minutos más o menos hasta que finalmente lo perdí de vista. No tenía la más remota idea de donde se había metido, hasta que, pasando junto a un café lo vi. Estaba saludando con un beso a una mujer, de poco más o menos su edad y un vestido verde. Parecían contentos y también algo preocupados y recelosos. Pero también era normal, porque, esa no era su esposa.

1 comentario:

  1. /clap

    hacia tiempo que no escribías desaparecida, pero no soy el más indicado para reprocharte eso jaja, me alegro de volver a leer algo tuyo, y de he de admitir que me gusta.

    Un beso y a ver si nos vemos.

    ResponderEliminar