domingo, 11 de abril de 2010

Adicciones


Hasta por la más pequeña rendija se cuela la luz del mediodía, golpea en los ojos con fuerza, y te saca de esa odiosa pesadilla, de ese sueño que quieres que acabe, y del que no eres capaz de despertar.
Abres despacio los ojos, y miras la ventana, cerrada y oscura, salvo por ese pequeño roto de la persiana, que ilumina tenuemente el cuarto, y que crea el estado de penumbra en el que te encuentras.
Te incorporas despacio, y notas los martillazos en tu cabeza, rompiéndote la cordura, y haciendo añicos lo poco que queda de ti.
Te levantas a duras penas, y buscas desesperadamente esa pequeña bolsita que te da la felicidad por unos momentos, y que a pesar de todo el sufrimiento de después, te merece la pena.
Entonces es cuando te agarras la cabeza y rompes a patadas lo que encuentras a tu paso, al acordarte de que se la diste al primero que te ganó esa estúpida apuesta de la noche, y que te ha robado lo único que te daba la vida.
Te tiemblan las rodillas, y das con ellas en el suelo. Es en ese momento cuando ves un paquete de tabaco, completo y en perfecto estado, que sabías que andaba por ahí, pero que siempre habías considerado lejano y perdido.
Lo agarras débilmente, y consigues ponerte en pie, poco a poco. Comienzas a andar ese pequeño trecho hasta la ventana, que desde la cama parecía el mundo entero, y la abres, dejando que se llene todo de luz. Respiras profundamente, relajándote y despejándote. Sacas el clipper que guardas en tu bolsillo exterior del bolso, y enciendes el primer cigarrillo del paquete. El humo inunda tus pulmones, y te sumes en la paz que se había ido la noche anterior.Vuelves a ser completamente feliz.

2 comentarios:

  1. te falta el pequeño detalle del sudor frio que recorre todo el cuerpo, haciendo que te tiemble en un escalofrio la espalda, desde la rabadilla hasta la coronilla, ;)

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